viernes, 25 de abril de 2008

POR LOS DERECHOS DE LAS PROSTITUTAS: ELLAS HABLAN

“No somos marginales sino marginadas. No somos criminales sino criminalizadas”
Carolina Hernández

La publicación por Hetaira y Talasa de "La prostitución a debate: por los derechos de las prostitutas", coordinado por Mamen Briz y Cristina Garaizabal, desbarata la tesis de que la voz de las prostitutas es irrelevante para hablar de su propia situación. Purificación, Nereida, Pye, Margarita, María José, Carolina, Nancy o Heidi son mujeres autónomas defendiendo sus derechos, en colaboración con otras mujeres.
El 6 de febrero (de 2008) anuncié aquí la intención de hacer una reseña de este libro, pero se me ha ido la mano. La culpa de lo que digo es sólo mia, salvo citas textuales. Leed el libro.
Con frecuencia se relaciona prostitución y esclavitud. Gemma Lienas dice que “Si fuera por la opinión de las propias personas implicadas, los esclavos todavía existirían en los Estados Unidos, porque muchos estaban de acuerdo con su condición”, analogía más fundada en Lo que el viento se llevó que en la historia de resistencia de las esclavas y de los esclavos; también iguala ambas condiciones: “a pesar de que estas prostitutas lo hayan negado, la prostitución es una forma de esclavitud”(Carta de Gemma Lienas a Josep Cuní). Puede buscarse lo común en lo diferente, pero al despreciar diferencias esenciales se pierde contacto con la realidad. Bajo el término “prostitución” se engloban situación muy distintas.
Hetaira parte de que bajo el rótulo de lo que llamamos ‘prostitución’ subyacen realidades muy diferentes. Estas realidades van desde situaciones en las que las mujeres que ejercen lo hacen obligadas, chantajeadas y coaccionadas por terceros. Y aquí el Código Penal es muy claro para determinar lo que significa esto y castigarlo. Hasta situaciones en las que las mujeres que ejercen lo hacen por decisión propia, aunque esta decisión esté más o menos condicionada por diferentes factores, entre ellos el nivel cultural y económico y el origen nacional. Estas realidades diferentes exigen medidas políticas diferenciadas” (pp. 15-16).
Considerar que cualquier prostituta es esclava desprotege a las que sí lo son. Una prostituta adulta autónoma y una niña prostituida o una adulta esclavizada sólo se parecen en que el cliente paga a alguien -ella u otros- por un acto sexual, pero para las mujeres implicadas son casos totalmente distintos. La prostitución forzada no es prostitución, es violación continuada, secuestro y esclavización, y así debería ser perseguida en el proxeneta y, si conoce la situación, en el cliente.
Poniendo en primer plano la maldad del “sexo por dinero” y minusvalorando las condiciones en que se da, se nubla la maldad de la esclavitud sexual. Las condiciones concretas, a veces horrendas y siempre difíciles, quedan ocultas por un rechazo general a la mercantilización de las relaciones sexuales.
… lo peor es que con esta metáfora se está ocultando la verdadera esclavitud, la situación de aquellas personas, fundamentalmente mujeres y niñas, que realmente son obligadas a ejercer la prostitución en un régimen de esclavitud, que son rehenes y presas de las mafias, sin documentación, forzadas a pagar con elevados intereses el préstamo que se les hizo para que viajaran clandestinamente a este país, que no tienen ningún margen de decisión sobre sus condiciones de trabajo, ni de libertad para abandonarlo aunque sea para ir a trabajar en unas condiciones de mayor miseria económica. Estas mujeres sí que son esclavas y posesiones de las mafias. Y las medidas que hay que tomar ante estas situaciones nada tienen que ver con las políticas que hay que aprobar para dignificar las condiciones de trabajo y aportar mayor seguridad al resto de las prostitutas” (Cristina Garaizabal, pp. 50-51).
En el libro se esbozan medidas contra la prostitución forzada, basadas en la aplicación efectiva del actual Código Penal y en la reforma de las leyes de extranjería. Dolores Juliano habla de protección efectiva contra las mafias y cualquier violencia y de derecho de residencia para las inmigrantes; Estefanía Acién resalta la importancia de que las medidas que se tomen ante las denuncias de tales delitos se desarrollen de mutuo acuerdo con la persona denunciante, garantizando su seguridad y ofreciéndoles alternativas que tengan en cuenta sus proyectos vitales y su autonomía personal.
La ausencia de alternativas desde las instituciones es patente. Un informe (denominado "La Trata de Seres Humanos con fines de explotación sexual en demarcación de la Guardia Civil: descripción del fenómeno") de los tenientes de la Guardia Civil y psicólogos José Luis González Álvarez y Ana María Muñoz Rodríguez, pese a predefinir como víctima a todas las mujeres que trabajaban en los clubes inspeccionados, admite que en 2004, de 19.029 mujeres a las que se dio la oportunidad de presentar denuncia sólo lo hicieron 225, lo que indica que las alternativas ofrecidas en cuanto a seguridad y medios de vida eran peores que lo que ya soportan.
También está el problema de las mafias. Las mujeres tienen miedo de denunciar, porque la policía es la primera que no las apoya, por eso no denuncian” (María José Barrena, pp. 156-157)
Es una constante en este libro la exigencia de regularización de la residencia en España de las mujeres cuyos medios de vida proceden de la prostitución.
Queremos papeles para residir y trabajar tranquilas, pero lo que recibimos de las autoridades es acoso psicológico, vejaciones verbales, abuso de autoridad, explotación laboral” (Nereida Lakuló, p. 96).
A primeros de abril culminó la tercera fase de la operación Zarpa contra redes rusas de proxenetismo. La letra grande hablaba de detenciones de mafiosos, la letra pequeña de la deportación a Rusia de unas 400 mujeres. ¿Así protege el Estado a las supuestas o reales “esclavas sexuales” y las anima a denunciar las coacciones? Primero te cuento como víctima y luego te expulso.
Que se persiga de manera fehaciente a las mafias que obligan y fuerzan a las mujeres a prostituirse y las explotan en régimen de esclavitud. Que se acabe ya con la hipocresia de las pomposas declaraciones públicas de rechazo y anatema de estas prácticas inhumanas, internacionalmente organizadas y se pongan los medios, que los hay, para acabar con ellas, por encima de tido tipo de intereses creados” (Manifiesto por los Derechos de las Prostitutas, pp. 167-168).
En cuanto a la prostitución no forzada, algunas tendencias abolicionistas niegan que exista. Dicen que si no hay coacción personal directa habrá traumas personales o coacción material y simbólica patriarcal. Otras consideran, sin pruebas, que su número es tan insignificante que tenerlo en cuenta perjudicaría a la supuesta inmensa mayoría esclavizada, pero la diferencia en cantidad no iguala aquello que es distinto en cualidad.
Todas estamos condicionadas por nuestra historia y por el entorno social, pero no somos autómatas alienadas. Hay mujeres que, bajo ciertos condicionantes, escogen la prostitución como actividad para ganarse la vida (Margarita Carreras, pp. 153-155). No es que les guste o sea su gran vocación, sino que entre las chambas a su alcance les parece la menos mala. Escogen esa actividad estigmatizada en vez de otras actividades subalternas, aún peor pagadas aunque no estén tan “mal vistas”.
Otra de las razones por las cuales las mujeres se han ido desplazando del trabajo doméstico a la industria del sexo es la precariedad y los bajos salarios en el servicio doméstico” (Pilar Rodríguez, pp. 71-77).
Hetaira no hace “apología de la prostitución”, promueve el empoderamiento de las prostitutas. Se indican las condiciones sistémicas en que tiene lugar y se resalta que la situación de las trabajadoras del sexo es muy mala. Contra esa situación, las prostitutas se organizan y crean un movimiento reivindicativo por sus derechos.
La prostitución tiene mucho que ver con la situación de subordinación social y laboral de las mujeres en nuestras sociedades. Incluso podemos decir que es, entre otra cosas, una institución patriarcal cuya función simbólica es el control de la sexualidad femenina. Pero esta constación no puede llevarnos a ver a las prostitutas como las que ‘colaboran y refuerzan el patriarcado’ ni como las ‘víctimas’ por excelencia de él…” (Cristina Garaizabal, p. 52).
La actual prostitución se localiza en el cruce o convergencia de “economía” y “género”, de capitalismo y patriarcalismo, lo que limita dramáticamente las opciones de vida de millones de mujeres marginadas del mercado laboral “normal”. Se feminizan, si no lo estaban ya, actividades ligadas a lo que una “buena mujer” debería hacer por los hombres de su familia gratuitamente y sin rechistar o al trabajo desregulado, en maquilas o domiciliario, para algunas ramas industriales. La prostitución tiene que ver con “lo económico”, que genera un ejército femenino de reserva, y con los roles sociales de género, que explican muy bien que la demanda siga siendo mayoritariamente masculina y la oferta principalmente femenina, al igual que explican la histórica femenización del trabjo doméstico o del cuidado de niños o de ancianos.
La prostitución no es una salida fácil, pues esta sociedad estigmatiza a quien la ejerce y a sus personas queridas. Es una actividad peligrosa ejercida en malas condiciones. Requiere actos sexuales en los que la prostituta no satisface su sexualidad. Sin embargo, algunas mujeres escogen esa actividad como estrategia “económica”, de superviviencia. Ni los traumas psicológicos ni las coacciones del sistema, aunque existan, permiten entender la prostitución elegida si no se comprende que esas decisiones suelen ser “estrategias que les proporcionan mayores ingresos y mayor independencia laboral económica que la que alcanzarían en otros sectores laborales, en sociedades donde las mujeres ocupan los puestos de trabajo peor remunerados y más informales del mercado laboral” (Cristina Garizabal, p. 52). Si quiere llamarse coacción social al hecho de que no dispongan de salidas más atractivas, o de ninguna otra salida para algunas mujeres ya marginadas (sin papeles, drogoadictas), de acuerdo, pero lo mismo podría decirse de otras actividades feminizadas consideradas “decentes”. Siendo una estrategia básica de obtención de ingresos y supervivencia en una sociedad mercantilizada y machista, para que haya elecciones diferentes tendrá que haber opciones mejores que las hoy existentes. En casos extremos como el de quienes se prostituyen para comprar droga, ¿no sería más abolicionista darles la droga que echarlas de la calle o perseguir a los clientes? No opciones = No abolición. Nuestras buenas ideas sobre una buena sexualidad no pueden ignorar la realidad de estas hermanas nuestras.
¿Qué hacer para crear esas alternativas y para mejorar la vida de las prostitutas mientras aún no las tienen y aún no han sido vencidos capitalismo y patriarcado? Todo el feminismo rechaza modelos reaccionarios, indiferentes a la suerte de las prostitutas, como el prohibicionismo, que las persigue, o el reglamentarismo, que entiende la prostitución como una “necesidad social” masculina ante la que hay que disciplinar a las prostitutas, a favor del cliente y de la industria del sexo. Algunas corrientes feministas y progresistas son abolicionistas, se oponen a la regulación del hecho prostitucional pero no quieren que se persiga a las prostitutas, aunque temo que propuestas como la penalización a los clientes o la desaparición de anuncios en los medios de comunicación pueden perjudicarlas, degradar aún más las condiciones de su actividad y empujarlas en manos de terceros, propietarios de clubs de alterne, burdeles, “protectores”, etc. Todas las abolicionistas que conozco, en España y en Latinoamérica, se preocupan por la suerte de las prostitutas. Sus sentimientos son nobles, pero su acción me parece más ideológica que material, con propuestas en las que los intereses de las prostitutas ocupan un lugar secundario. ¿Deberían sacrificarse las prostitutas en presunto beneficio de una futura sana sexualidad social? Cuando le hice este pregunta a un amigo activo en movimientos abolicionistas, me preguntó: “Entonces, ¿hay que fomentar la prostitución entre los hombres para facilitar así las cosas a las prostitutas, que a más clientela podrían cobrar más?”. Le dije, sin convencerle, que no, que había que hacer equilibrios, que había que educar, sobre todo a los chicos, en sexualidades de mutuo reconocimiento, incluso en los encuentros ocasionales, y sin tratos mercantiles, pero que no veía que eso contradijese la defensa de los derechos de las prostitutas, salvo que a todas ellas se las ofreciese hoy mismo una situación mejor. Ellas no piden más clientes, piden mejores condiciones y más derechos.
Raquel Osborne cita un texto de UGT en el que se dice “En las relaciones y prácticas sexuales libres y verdaderamente voluntarias, no tiene por qué mediar el dinero” (p. 39). Comparto la idea de un mundo en que no haya “sexo” mediado por el dinero o por la inseguridad. Pero, como alega Raquel Osborne, "Puede ser legítimo concebir una sociedad ideal como la expresada en esos comentarios. Lo que es más cuestionable es intentar imponerla como ‘una sociedad normativa’ para todos" (p. 40). Aunque creo que el punto más débil de estos abolicionismos es que sus propuestas no contribuirán a abolir la prostitución sino sólo a dificultar su ejercicio, degradando aún más la situación.
El punto fuerte de este libro es que aborda la cuestión prostitucional desde el punto de vista de las prostitutas y sus derechos. Casi nadie discute que las prostitutas deben tener derechos como personas, pero no se acepta que tengan derechos como prostitutas. Para el abolicionismo la sola idea de un “derecho en cuanto prostituta” es incompatible con los derechos humanos.
Las propuestas presentadas en este libro son realistas, flexibles respecto a la diversidad de situaciones y, de poder aplicarse, serían efectivas para mejorar la situación de las que quieran seguir siendo prostitutas y para facilitar otras estrategias de vida a las que quieran dejarlo, cosa que desde luego no lograrán hacer las deportaciones ni las ridículas “ayudas” de las que habla Carolina Hernández (p. 160).
Si Hetaira diferencia entre esclavitud sexual, que también puede darse en entornos no prostitucionales, y prostitución por decisión propia, también recalca la diversidad de esta última, distinguiendo la prostitución de calle, en pisos o en clubes (p. 124) y los distintos regímenes de trabajo autónomo -con o sin acuerdos comerciales con terceros-, trabajo asociado o cooperativo y trabajo asalariado (Silvia Gay, pp. 134-139). Surge así un petitorio flexible que gira en torno al reconocimiento no estigmatizante del ejercicio de la prostitución como fuente de ingresos legítima y como generador de derechos laborales y sociales que deben ser regulados por las leyes laborales y comerciales.
- Con la mayor insistencia piden la regularización de la residencia en España de las mujeres extranjeras que ejercen la prostitución y sacan de ella sus medios de vida. Sobre esto debería haber un amplio consenso, aunque sea por motivos diferentes, ya que quienes sostienen que todas estas mujeres son víctimas y esclavas deberían proponer que se les conceda refugio político a todas.
- Una de sus reivindicaciones centrales y la que más desafío supone frente a la deshumanización patriarcal de las prostitutas y los intereses de la patronal “del alterne” es que, incluso cuando media una relación salarial o comercial con un tercero, las mujeres deben mantener control total sobre qué clientes y qué actos aceptan realizar:
“las leyes (…) deben defender la capacidad de autodeterminación de las trabajadoras en su trabajo y especialmente en relación a qué servicios sexuales están dispuestas a ofrecer y a quién. En este sentido es importante que se recorten las prerrogativas de la patronal; especialmente se tiene que reconocer el derecho de las prostitutas a escoger clientes, las condiciones de trato y los actos sexuales que se realicen” (p. 124)
- Exigen que las mujeres que ejercen la prostitución y sus organizaciones, ya específicas o ramas de organizaciones sindicales más amplias, sean reconocidas como interlocutor y agente social en lo que les afecta, facilitando su autooorganización y empoderamiento.
- Piden servicios formativos a los que puedan tener acceso sin previa de renuncia a su actividad y sin pérdida de ingresos, y reclaman planes de choque cuyo enfoque no sea “rehabilitador” sino de superación progresiva de las causas sociales que obligan a muchas mujeres a tomar decisiones que preferirían no tomar.
- Rechazan reglamentos que impongan obligaciones especiales a las prostitutas, como la incripcion en registros específicos o controles sanitarios obligatorios.
- Reclaman un esfuerzo político y educativo contra el estigma que pesa sobre las prostitutas y que se desvincule su actividad de los hechos delictivos ya contemplados por el Código Penal.
- En cuanto a las trabajadoras autónomas que trabajan en la calle piden una protección efectiva, el fin de campañas que sólo pretenden ocultarlas sin ayudarlas, y muestran su disposición a negociar con los gobiernos locales y las organizaciones vecinales territorios adaptados y dotados de los servicios necesarios para el ejercicio de su actividad en condiciones dignas, siempre que esto no implique persecución a las mujeres que prefieran trabajar en otros espacios.
- Piden la derogación o modificación del artículo del Código Penal que castiga a toda persona que se lucre con el ejercicio de la prostitución por parte de otra, aunque sea con el consentimiento de ésta, ya que pone trabas al ejercicio de su actividad autónoma (un ejemplo sería las dificultades que esto plantea para acuerdos entre mujeres en los que unas ejerzan la prostitución en un piso y otras asuman tareas como la atención de llamadas, cuidado del local, gestiones administrativas), amenaza a sus parejas sentimentales si se quedan en el paro o carecen transitoriamente de ingresos –identificándolas automáticamente con la figura del chulo y negando a las prostitutas el derecho a su sexualidad y afectividad- y, en los casos en que hay dependencia respecto a dueños de clubes o similares, favorece la ocultación de la relación laboral y la imposición de fórmulas más provechosas para tales empresarios, partidarios de un tipo de “regulación” contraria a los intereses y derechos de las prostitutas.
- La regulación de las relaciones laborales en el ámbito de clubes y locales, en términos favorables a las mujeres y no a los empresarios, partidarios del reconocimiento de la actividad de su local pero no de la relación laboral con ellas, aunque por lo explicado en este libro y por otras razones me parece que son mucho más convenientes el trabajo autónomo y el trabajo asociado (cooperativas), ya que las leyes laborales son constantemente ignoradas en muchas empresas y en este "sector" sería especialmente grave que ocurriese.
Aunque no estemos de acuerdo en todo, escuchemos. Ellas no se venden, venden ciertos actos o servicios durante un rato. Tienen opinión propia y derecho a gestionar su vida. Tenemos que encontrar un nexo entre la sexualidad del mundo al que aspiramos y la realidad del mundo patriarcal y capitalista en el que vivimos, no para reforzar éste sino para cambiarle, no sólo para quienes sufren, sino también con (y junto a) quienes sufren y se esfuerzan por mejorar su vida.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio